Los cenotes: ventanas a otros mundos

Gonzalo Merediz Alonso, Director Ejecutivo, Amigos de Sian Ka’an

Imaginemos una tarde de verano en la Península de Yucatán. Las nubes negras se concentran en el cielo entre relámpagos y truenos. 

Tras un vendaval, el aguacero se desata con fuerza. Las gotas de lluvia, miles de millones de ellas, caen sin cesar sobre la selva. Algunas quedarán en el follaje y en el suelo, y con el tiempo se evaporarán. Otras se infiltrarán entre la hojarasca y la tierra. Algunas serán absorbidas por las raíces de las plantas, viajando por los troncos y tallos hasta las hojas, donde regresarán como vapor a la atmósfera para volver a formar nubes y reiniciar así el ciclo. Sin embargo, otras gotas seguirán descendiendo entre las rocas hasta alimentar a los acuíferos y ríos subterráneos de la región: los más extensos de México y el mundo. 

Esa enorme masa de agua no es estática. Fluye, de manera constante y compleja, hasta la costa en donde emerge para alimentar a los humedales costeros, o bien desemboca en el océano para mantener con vida a los pastos marinos y arrecifes de coral. En este camino que conecta a las formas de vida de la península, el agua hace posible la presencia de millones de personas que habitan las ciudades y los pueblos: campesinos, trabajadores, pescadores, funcionarios, empresarios, obreros, estudiantes, niños, jóvenes y adultos. 

Así, el agua hace posible que la economía mexicana se enriquezca con el turismo, la pesca, la industria y demás actividades productivas propias de los tres estados peninsulares: Quintana Roo, Yucatán y Campeche.

En el transcurrir de los milenios, el agua subterránea ha ido disolviendo a la roca caliza o formando intrincadas estalactitas y estalagmitas, dando origen a un mundo tan asombroso como frágil: Xibalbá, el inframundo de la tradición maya. Ese desgaste lento de la roca facilita la formación de los cenotes, verdaderas ventanas a ese inframundo de paisajes increíbles, y una biodiversidad única en el mundo compuesta por peces y crustáceos ciegos, adaptados a la oscuridad perpetua, entre muchas otras especies animales. 

Sin embargo, este mundo idílico enfrenta graves riesgos y peligros. El crecimiento de la población humana, la agricultura, la industria petrolera y el turismo en la Península de Yucatán, contaminan el agua subterránea, afectando la salud de los ecosistemas y las personas. Los cuerpos de agua cristalina se tornan verdosos, las algas cubren y matan a los arrecifes de coral, microorganismos patógenos se reproducen y enferman a la gente, los animales y las plantas. Al mismo tiempo, cantidades inimaginables de microorganismos silvestres sucumben ante las muchas sustancias artificiales que se vierten al subsuelo. El aumento del nivel del mar y las alteraciones en el régimen de lluvias ocasionados por el cambio climático pintan un panorama aún más difícil.

Ante tan terrible pero evitable situación, la sociedad debe actuar de manera decidida para preservar y aprovechar la riqueza que el agua significa para la naturaleza y la humanidad. Las buenas noticias son que ya se trabaja en ello, como lo demuestran muchos ejemplos de entre los cuales me enfocaré en uno. Desde hace cuatro años ha venido tejiendo una alianza innovadora entre comunidades, autoridades, empresarios y prestadores de servicios turísticos, con la empresa SAC-TUN y una organización de la sociedad civil: Amigos de Sian Ka’an. A ellos se han sumado organizaciones como la Fundación Río Arronte, la Alianza WWF – Fundación Carlos Slim, HSBC, CONAGUA y el Consejo de Cuenca de la Península de Yucatán, entre muchos otros.

Estos esfuerzos de colaboración, que involucran a centenares de personas, han facilitado que decenas de operadores optimicen el funcionamiento de las plantas de tratamiento de aguas residuales a su cargo, mediante su capacitación profesional en un diplomado, y publicaciones técnicas especializadas. Gracias a ello, cada vez se trata, de una manera adecuada, un mayor volumen de aguas residuales generadas por las casas y hoteles, reduciendo así la contaminación del agua dulce y marina. 

En el mundo rural, Amigos de Sian Ka’an colabora con docenas de comunidades marginadas en la construcción de tecnologías para captar agua de lluvia y manejar las aguas residuales de casas y escuelas. Ello se acompaña de acciones de educación ambiental y de desarrollo de capacidades que permita a los beneficiarios el mantener en funcionamiento sus nuevos sistemas por muchos años. Ellos mismos miden la calidad del agua en sus cenotes, pozos y cisternas para evaluar los avances de su trabajo a favor de tener agua limpia. Es reconfortante observar a niños y adultos descubrir la realidad oculta del agua subterránea mediante la educación, motivándolos para actuar y transformar, poco a poco, las dificultades para acceder a un agua limpia indispensable para atender sus necesidades de cada día.

La magia de los cenotes y de Xibalbá es mostrada cada vez más a los visitantes de todo el mundo que llegan a Quintana Roo y que benefician las economías comunitarias y empresariales. Sin embargo, lamentablemente, muchas personas cubren los cenotes de basura, los rellena, daña o contamina. 

SAC-TUN y Amigos de Sian Ka’an capacitan a los poseedores y usuarios de cenotes para aprovecharlos y cuidarlos. Gracias a estos esfuerzos llevados a cabo en estrecha colaboración y liderados por las comunidades locales, estas mágicas entradas a un mundo subterráneo maravilloso se cuidan y se valoran cada vez más. 

Somos herederos de un tesoro de vida y belleza único en el planeta. Es en beneficio de quienes habitamos esta península yucateca el mantener los acuíferos como fuentes de salud para la biodiversidad y los seres humanos. Pero también es nuestra responsabilidad ante el mundo y las futuras generaciones. Gocemos y cuidemos de la riqueza que nos regala la lluvia que, gota a gota, hace posible la magia de los ríos subterráneos y los cenotes, ventanas a mundos que a veces parecen salidos de una ensoñación.

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